Había una vez, una nominación, un AVE, la tormenta Gloria y un discurso en el bolsillo.
A casi toda la gente que trabaja en el mundo del cine (aunque hay excepciones, como Pepa Flores) les gusta subir a un escenario a recibir un premio en un Festival, y ya no digamos a recibir un Goya. Lo de los Oscar de momento nos parece de otra galaxia.
Por eso, cuando nos dijeron que estábamos nominados al mejor corto de animación por “Homomaquia”, en El Gatoverde nos pusimos muy contentos, y soñamos un poquito con subir al escenario a recibir nuestro primer Goya, aunque nuestra participación había sido pequeña, casi todo el trabajazo lo habían realizado el Director, David Fidalgo, y la Productora Abano, de Chelo Loureiro.
Una vez metidos en el papel, buscamos en el armario el traje de los “eventos”, y nos subimos camino a Málaga a un AVE especial, de los tres que habían fletado. Los nominados íbamos en preferente, los académicos en el resto de vagones. Por allí pululaban actores, actrices y conocidos, con mi despiste habitual me sonaban muchas caras, pero eso de asociarlas al nombre adecuado……
Diluviaba en Málaga, la tormenta “Gloria” asolaba ese día nuestras costas mediterráneas, el cambio climático se deja sentir cada año con más fuerza. Poco paseo se podía dar, además de que a las 17,30h había que estar ya guapos en la puerta, para que nos llevaran en bus hasta un Palacio de Deportes, no demasiado bien adaptado al evento. De una sala al photocall, en el que más de 100 fotógrafos y cámaras de televisión te hacen sentir por unos pocos minutos que eres alguien importante, para pasar a otra sala donde tienes que tratar de no comer ni beber todo el alcohol que te ponen, no vaya a ser que tengas que salir a recoger el Goya y te caigas por las escaleras de la cogorza que llevas.
Tras esas largas horas de contención de nervios y “controladas” copas de vino, por fin puedes pasar al auditorio, dejar de sudar, y hasta hacerte alguna foto, antes de que dé comienzo una de esas galas interminables, que debo reconocer que en directo son más entretenidas que en la tele, aunque es verdad que en tu casa te puedes levantar más veces, y además te puedes tirar en el sillón.
Nivelazo este año en los nominados, nada menos que Almodóvar y Amenábar, nuestros directores más internacionales, junto con los brillantes Zambrano, Laxe o los vascos de “La trinchera infinita” (Garaño, Arregi y Goenaga). Enormes profesionales en todas las categorías, y nosotros esperando que saliera el corto de animación, y como no sabíamos cuando tocaba, pues atentos en todo momento, claro.
Por fin nos citan, gran expectación, segundos de suspense…….y vaya, otra vez será. Nos damos ánimos el equipo, y a relajarnos, que ya no hay que decir el discurso que tenía preparado:
“En el siglo XVI, el Papa Pio V dictó pena de excomunión a los que asistieran a las corridas de toros. Y a partir del siglo XVII los toros se prohibieron en casi toda Europa, incluido España en algunos períodos por reyes ilustrados como Carlos III. En la tercera década del siglo XXI, quizás es el momento de que un Gobierno progresista abra de nuevo el debate sobre las corridas de toros en España.”
Además estaba el Presidente del Gobierno en la sala, menudo momentazo, ahí sí nos hubiéramos hecho famosos, aunque solo hubiera sido por las decenas de miles de mensajes de odio y amenazas de muerte que habríamos recibido en las redes sociales. Pensándolo bien, eso que nos ahorramos, que suena un poco latoso eso de tener que soportar tanto odio.
Almodóvar triunfador de la noche, reconciliación con los académicos, y Banderas recibe el premio en su Málaga querida. Belén Cuesta, merecida mejor actriz por su papel en “La trinchera infinita”.
De la fiesta de después mejor no comentar nada, demasiada gente en los pasillos del Palacio de Deportes. Tiene su ventaja el acostarse pronto, coger el AVE de vuelta temprano, y volar luego a Gotemburgo a hablar con productoras suecas para coproducir una comedia sobre el conflicto entre Cataluña y el resto de España.
Interesante experiencia lo de ir una vez a los Goyas, esperemos que la próxima compense la paliza trayéndonos un cabezón.