Escritor por Patricia Cano Rodriguez
Poio, 18 de noviembre de 2019
La pintura ruprestre de David
Ni grana ni oro. Homomaquia es un corto crudo, desnudo, salvaje y desolador. No apto para todos los públicos, al igual que la mal llamada fiesta nacional tampoco debería serlo para ningún público. Dolor en estado primario, cavernícola. Quizá por esa razón, David Fidalgo -director y guionista de Homomaquia- utiliza la técnica del carboncillo para retratar con crudeza el maltrato animal. El primer material que se presupone usó el hombre (cavernícola) para realizar las primeras pinturas rupestres.
“Un recorrido de gemidos desgarradores por las metafóricas dehesas pintadas a mano”
Y es así, rupestre y troglodita, como se presenta el protagonista de este corto, producido por Abano Producións y El GatoVerde producciones. Un recorrido de gemidos desgarradores por las metafóricas dehesas pintadas a mano donde son el hombre y la mujer los animales indefensos, acosados, maltratados y degenerados a lo más primario de la indecencia y la barbarie humana. Sombras que les obligan a aparearse y a dejar de hacerlo, obligando al espectador a mirar el reloj, esperando entender a donde lleva este corto…
Pero es tan sólo carboncillo, polvo dibujado en centenares… ¿quizá miles? de papeles de la mano de un director que quería denunciar no sólo el maltrato animal, si no la supremacía del hombre blanco sobre el resto de las especies… incluida la suya propia. Es también una denuncia contra la homofobia y el descubrimiento de la diversidad sexual en cualquier especie.
“…una denuncia contra la homofobia y el descubrimiento de la diversidad sexual en cualquier especie”
Ese minuto incómodo
He de reconocer que paré de verlo a la mitad, antes de continuar. Los giros, cambios de plano, la música cañí de Nani García que vertiginosamente acercaba los frames hacia el desenlace final… Esa desnudez de los personajes, cruda y arrebatada de cualquier dignidad. Ese minuto a minuto incómodo, pensando si realmente servirá para concienciar a los que aún no entienden el sufrimiento y la barbarie que se infringe en cualquier acto de maltrato animal.
Cierto es, como decía al principio, que no es un corto para todos los públicos. Hoy en día, en un mundo globalizado en el que el tiempo es el mayor tesoro, puede que suponga un esfuerzo ver hasta el final este corto ya que no es precisamente un cuento que empiece ni acabe bonito. ¿Podría haberlo contado en menos tiempo? ¿podría haber utilizado otra técnica más llamativa? ¿o podría directamente no haber hecho este corto? La respuesta es no. Estamos acostumbrados a script doctors y a fórmulas de Best Seller y blockbuster, pero una denuncia que ataca a lo más hondo de una tradición cruel y anacrónica merece su tiempo, su espacio y su técnica más expresiva. ¿Lo que nos hace sentir incómodos es el propio corto, cómo lo cuenta? ¿Será que cuando nos ponen un espejo y nos sentimos identificados con ese sufrimiento, entonces sí que duele de verdad y queremos que acabe rápido?
“Un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”
Es lo que dijo Mahatma Gandhi una vez, y es lo que David Fidalgo nos vuelve a recordar con Homomaquia.